miércoles
.29
Salió de su tumba al verme pasar. No tuvo que decir nada, me senté con él hasta que empezó a hablar. Hay sol dijo, y yo me eche a reír.
Le pregunté cuanto tiempo hacia que habia muerto. Acaso importa ya? El tiempo es una ilusión de los vivos... después un silencio y ntonces me pregunta: qué hora es?
Hace un año exacto vi un niño sentado en frente de la tumba de su madre. Le pregunté si había venido solo y con una mano me señalo su propia tumba...
Me preguntó porque su madre no venia a visitarlo. Le sacudí los pelos duros de la cabeza queriendo ser amistoso y le dije que tal vez su madre, estaba durmiendo o había salido a pasear. Me miro a los ojos y me dijo: Hace cinco años que la espero, no me quiero ir sin verla de nuevo.
Esa noche cené en familia.
martes
28. (niño)
domingo
27.
Un exilio en el infierno.
Por cuanto tiempo nuestras huellas serán presas del dolor?
viernes
pequeño
Sobre la faz de la tierra mi cuerpo languidece,
entre la oscuridad cavernaria que mi memoria representa
y la luz de todos los abrazos que me reparten a diario.
Sobre mi cuerpo, la faz de tu rostro languidece.
Mientras, intento ser, de alguna forma
Encontrar un hilo entre las hojas.
No duelen los zapatos, ni la corbata gris en una tarde gris en una ciudad gris.
Duele el hueso duro, la articulación dormida, la voz callada.
.labio sobre labio.
.Seco.
Movimiento muscular. Espasmo salivar. Tu boca cerrada sobre la mía.
Eco de los buenos tiempos.
miércoles
26
atraviesa mis dedos un cántaro de llanto
un ahogo seco, un eco de voz.
Hilos sueltos de un cuerpo espectral.
Mi falta de coraje. Mi escape diario.
La muerte que no viene en eterna agonía.
El infierno arde en mí.
jueves
25
Sudan, inquietas sobre la mesa.
Son mis formas de mirarme, de cortejar la ciudad .
Cada una, incesante,
sobresale ante la otra.
Soy una espada de hilos de hierro,
Desnuda, esperando oír el latido que habita en mí.
Espacio entre poema, un santuario de silencio,
mis bocas hambrientas, ajadas de tanta sal,
de tanto hablar sin decir nada.
Cada ojo de rubí ilumina unos pocos metros la oscuridad insondable que es vivir.
No se sí alcanza con abrir los ojos debajo del mar,
Tal vez abrir el esófago y dejar entrar la furia del agua,
Hasta despertar.
lunes
veintypico (casi treinta)
Recuerdo aquella vez que corrí bajo la lluvia solo para darte la mano, y nadie ahora hace una película sobre la vez que corrí para darte la mano, bajo la lluvia corrí, como lo habrán hecho miles de enamorados. Pero yo fui, esa vez el que con el peso del agua y las heridas abiertas se metió en el bar donde estabas y mojando las mesas y las sillas, me senté y te pedí perdón y te di la mano, como tantos lo habrán hecho, pero fui yo a buscarte, porque lo que perdía era todo lo que valía para mi, aunque nadie hace películas de las cosas que me pasan, yo te quería y te quise tanto como para ser un pasaje cotidiano en la lectura de un diario y escape (me salve), de morir a los veintisiete años.
Entre las hojas del recuerdo guardo algunas hojas con mi nombre y ese pedazo de mimbre donde me sentaba a ordenar el silencio que poco a poco se volvía en mi mansa costumbre. Fui el eco y soy el eco del silencio y cuando vos hablas con tanta sangre y baba y te lloran los ojos y te lames las garras y te salen espinas de la lengua con la que hablas y me decís todo lo que hay que cambiar, lo que fuimos, lo que somos, lo que serán nuestros hijos cuando este mundo sea guerra y no tierra y yo esté muerto y nada pueda hacer ya más que lamentarme desde la eterna mecánica de la infinidad, yo soy el silencio. Más que nunca soy el espacio entre tus palabras, entre tu peludez de sombras arraigadas, soy el eco de un silencio que se extingue mientras me decís que somos hijos del amor y que hay que salir al centro a gritar a los cuatro vientos, yo sigo siendo el silencio, el oscuro momento cuando el escritor entra en coma y no sabe a donde están las letras, el cigarro cae de la boca y lo único que queda es abalanzarse sobre agujas y pedazos de goma.
Recuerdo porque no escribo, porque no entretengo con mis decires bonitos a media raza de alocados turistas de este tramo de la historia. Recuerdo la voz de un locutor amigo, relatando el fuego de los fusiles y el canto de los dormidos. Y no soy yo, quien tiene la palabra exacta ni la mas mínima idea de cómo armar una revolución o como hacerte mirar para otro lado. Yo, miserable yo, que me escondo entre tus piernas y solo puedo hacer lo que mi cuerpo intuye como un acto de amor y descargar mis cartuchos sobre tu pecho desnudo y decirte, que te calles, que te mueras, que me muera, en ese momento que dura unos segundos, apagar de un golpe el mundo y dejar que la oscuridad nos inunde el cuerpo, que nos robe la memoria y seamos, solo seamos por un momento, la pura densidad del universo.
21
No pasan las horas para mi cuerpo. Todo el aire que respira es un echo consumado. Un rabiar de garganta de lata. Cada paso que doy me resulta descriptivo. En cuanto a que acontecen como una larga ausencia... He sido el hijo de un mar precipitado, caminante de oscuros suelos marinos. Y todo lo que queda es este cuerpo mojado, que no retrata bien. Desconozco las causas del malhumor generalizado, soy un arbol de poca copa: azul de frio en un invierno pasado. Y cuando digo gracias me sale atravesado,entreverado, como un paisano enojado, me sale un gracias de eco viejo y todo lo que recibo a cambio es una mirada comprensiva que sabe de viejos cansados a temprana edad.