jueves

25

Mis tres cabezas se asoman
Sudan, inquietas sobre la mesa.
Son mis formas de mirarme, de cortejar la ciudad .

Cada una, incesante,
sobresale ante la otra.
Soy una espada de hilos de hierro,
Desnuda, esperando oír el latido que habita en mí.

Espacio entre poema, un santuario de silencio,
mis bocas hambrientas, ajadas de tanta sal,
de tanto hablar sin decir nada.

Cada ojo de rubí ilumina unos pocos metros la oscuridad insondable que es vivir.

No se sí alcanza con abrir los ojos debajo del mar,
Tal vez abrir el esófago y dejar entrar la furia del agua,
Hasta despertar.