martes

28. (niño)


El dibujo en la alfombra, esas horas largas de mirarlo con los ojos abiertos, esperando que el recorrido de mis ojos cambie intempestivamente, que la forma se transforme y el reloj marque las cuatro y pueda salir a jugar con Marcos que debe estar sentado en la vereda, esperando que saque la pelota. Ya no llueve y por más que no sepa que decir, la señora verde me mira la boca expectante. Con cada suspiro mio, su cuerpo se adelanta a la espera de escuchar por fin una oración, sujeto y predicado, aunque más no sea una interjección, un eructo. Nada, no tengo la más mínima intención de hablar de nada. Pienso en la pelota, que debe estar debajo de la cama, sentada ahi esperando como Marcos en la vereda, esperando que aparezca yo, y sin decir una palabra nos pongamos a patear, a darnos pases, a hacer goles que ganan un mundial. Pienso en mi papá que jugo de cinco en Mandiyú y se murió joven y tampoco decía mucho a pesar que la señora verde le preguntaba muchas cosas de su  hijo, de mi, el nene que no sabe hablar.
Pero bien que sé, sé decir muchas cosas incluso aprendí a recitar con mi mamá: Cuando era muy chiquito ella recitaba versos que bien no me los acuerdo, pero para que recordar. Mejor espero a que el reloj me abra la puerta, a que llegué la hora de salir a jugar, de ganar un mundial.

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