Ha habido en el cielo una explosión, un pequeño pero ostentoso vuelo de partículas, gases y otros elementos cósmicos que vaya uno a saber por qué aparecieron volando en el aire de la mañana. Yo, como siempre dormido en horas de trabajo tuve la suerte de haber sido un mudo espectador de tan extraño espectáculo. Mire la tierra para ver si ésta le hacía frente, pensé que tal vez ante tamaña provocación, la tierra al menos lanzaría su intestino caliente por las bocas que sabe tener. Pero nada paso y quede con mis ojos ojeando el aire esperando algo que resolviera aquella situación. El cielo tiene por costumbre pasar desapercibido, hacernos creer que esta allí de puro bueno, de casualidad, de que es así nomas. Pero tengo bien sabido yo que no, que ese traficante de estrellas se trae algo entre manos, aprendiz de parpado cerrado que quiere tal vez ocultarlo todo. Yo, acostumbro a mirar el mundo con los parpados cerrados, por lo que tal vez sea un experto en cuestiones de mirar los sueños cuando ando despierto. El cielo tiene rabia, tiene celos, tiene ojos de día y ojos de noche, y nos mira, nos mira tanto, nos desea tanto como nosotros al sueño. El cielo nos quiere, y nos quiere mal, por eso de vez en cuando se lanza un espectáculo de locos, entre un abrir y cerrar de ojos nos tira una aurora boreal o nos sorprende en la calle con una nieve de juguete para que no nos olvidemos de el cómo no nos olvidábamos cuando éramos niños. Por eso nos tienta a veces con la luz de tantas estrellas, nos tienta con la visión de un poema escrito en los rayos calenturientos del sol, se muestra tan profundamente celeste que nos hipnotiza y más de uno a elevado sus pies para alcanzar aquella masa llena de dicha.. El cielo nos llama, con su voz sencilla y su estampado rostro nos invita a conversar de día y a meditar de noche... Pero atento pequeño almirante de nuestra parte de adelante (sic... gracias calamaro) en sus profundidades guarda la oscuridad que atenta, nos necesita para obrar su obra en la tierra. Quisiera ya el cielo alejarnos de la tierra para que esta muera sola y se canse de llorar nuestra ausencia.
Pero esto no es noticia nueva, tampoco es tan buena la tierra, porque atrás en el tiempo, cuando nuestros rostros no eran rostros y el pensamiento del hombre era tan solo un batir del viento, éramos del cielo, no ángeles, no pájaros, éramos tan solo del cielo. Y la tierra celosa, harta de su cuerpo desnudo, nos arrebato la esencia, nos tiro de las cuerdas y terminamos caminando sin saber ya nada sobre nuestras antiguas alas.
Volveremos algún día al cielo, volveremos otro día a poblar la tierra porque allí donde haya cielo y donde haya tierra, seremos nosotros los hombres aquellos que unen el universo.
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